Hasta hace poco, vivíamos cada una con nuestras problemáticas personales, dígase dificultades en las relaciones, no sentirnos capaces de llevar a cabo nuestras necesidades básicas del día a día a causa de nuestro estado de dolor generalizado… y, de repente, como si todo ello, por arte de magia, dejara de tener importancia, aparece un virus desconocido y sumamente agresivo, que nos deja suspendidas en el aire, que nos coloca en la más absoluta incertidumbre. Y no solo a nosotras, mujeres la mayoría con el síndrome de fibromialgia, no solo a nuestro país, sino que este extraño virus, deja en estado de alarma a gran parte de la población mundial.
Colectivamente nos hacemos dependientes de la gravedad que representa convivir y debemos tomar las medidas necesarias para no caer en su contagio. Medidas preventivas que, en un principio, y durante seis semanas nos dejan confinadas en casa, quizá solas, quizás con nuestros maridos e hijos, quizá con madres o padres mayores, quizá…hay muchos quizares y muchas variedades de relaciones de convivencia. Hay muchas dificultades que se añaden al hecho de encerrarnos para combatir el maldito virus y no contagiarnos, ni contagiar a seres queridos más vulnerables incluso que nosotras mismas, que ya partimos de bastantes patologías asociadas al síndrome de la fibromialgia.
Aparece de pronto el miedo, ese miedo que de forma sana nos ayudará a ser más prudentes en cuanto a tener en cuenta las normativas, y mantener el mínimo riesgo de contagio. A este le llamaremos el miedo sanador y salvador. Pero poco a poco y sin darnos cuenta aparece otro miedo, un miedo que se proyecta en una punzada en el pecho, una respiración imperceptible, una arritmia sin motivo aparente, de pronto tenemos más dolor en las articulaciones, tenemos más molestias de las que conocemos por nuestros episodios periódicos de crisis. Episodios donde puede haber síntomas de lo más insospechados, pero que como nos dicen en nuestras habituales visitas médicas, forman parte de las características de nuestra enfermedad invisible
Bien, pero esta vez este miedo, al que llamaremos miedo anticipatorio o mejor, ansiedad anticipatoria, resulta que no solo la padecemos nosotras, sino que es esa ansiedad fruto de la incertidumbre en la que estamos inmersos buena parte de la población mundial.
Incertidumbre que engloba a todos los colectivos: personas mayores de riesgo, personas jóvenes que ven cómo tienen que dejar su trabajo precario, jóvenes y adolescentes deben dejar de socializarse y aislarse con sus familiares, niños que según la edad que tengan es casi imposible que entiendan por qué no pueden salir de sus cuatro paredes, y padres agotados por contenerlos y mantenerlos lo más tranquilos posible, para generar calidez y sensación de bienestar.
Tenemos un cuadro muy preocupante de salud biopsicosocial, que afectará a buena parte de la población, con características más agudas, es decir lo que llamamos un episodio de shoc traumático que puede hacer aflorar otros traumas vividos, quizá incluso sin memoria de que hubieran sido tan intensos. Recuerdos de soledad, de abandono, de sentirnos perdidas …Por ello será importante y definitivo poder hacer frente a estos trastornos lo más rápido posible para no enquistar más nuestro mundo emocional.
Como siempre no hay soluciones milagrosas, pero si recursos a nuestro alcance que pueden ayudarnos a transitar por esos miedos o ansiedades que nos oprimen el alma.
En primer lugar, somos seres sociales que crecemos, aprendemos e incluso nos valoramos en las relaciones interpersonales, nos necesitamos unos a otros, y necesitamos el contacto visual (lo tenemos en las videollamadas) e incluso el contacto táctico, piel a piel y de momento solo lo podemos tener con aquellos que convivimos. Aprovechemos a buscar y cultivar encuentros de comunicación emocional con nuestros seres queridos. Comunicación que no de pie a la famosa y fatídica frase de “tenemos que hablar”. Donde esas tres palabras por si solas cierran el diálogo y nos llevan al reproche y a los muchos reproches guardados esperando la oportunidad para lanzarlos unos a los otros.
No, os propongo un sencillo juego o más bien una frase que abre la comunicación:
Estamos sentados con nuestra pareja, o con nuestra hija o con quien convivamos y le decimos:
- De ti me gusta…
Y vamos a expresar tres o cuatro cualidades de esa persona estimada que realmente sean suyas, cuanto más concretemos más le llegará emocionalmente. Por ej:
- De ti me gusta la ternura en que me mirabas cuando tuvimos nuestra hija…
Y luego le pedimos a ella o él que nos diga tres o cuatro cualidades nuestras. La finalidad es que reaparezca el afecto, la cercanía, la comunicación emocional, los abrazos que tanto necesitamos los humanos.
Si vivimos solas, buscar la comunicación a través de video llamadas y, comentar lo mucho que apreciamos nuestra amistad, nuestra familia…dejando salir esos afectos que nos acercan emocionalmente, nos hacen sentir queridos y nos dan seguridad y estabilidad psicológica.
Es probable que cuando leáis esto ya sean posibles los encuentros en las casas, en los restaurantes, con familia, con amistades…aprovechemos para expresar de forma asertiva y cariñosa cómo nos hemos sentido y cómo hemos encontrado a faltar el estar cerca de ellos porque los apreciamos y queremos.
Si hay confianza, y nos sentimos escuchadas por la otra persona y nos gusta escucharla, hablémosle de nuestros miedos, compartamos nuestra vulnerabilidad y nuestros deseos de futuro e incluso de mejora en la relación. Es decir, aprovechemos esta terrible pandemia para sincerarnos, para sentir que tenemos cerca gente a la que importamos y nos importa y por tanto, nos sentimos confiadas y sinceras.
Busquemos ayuda si nuestro estado de ansiedad y dolor generalizado es muy intenso, primero con los seres queridos y si es necesario de profesionales de ayuda que saben escuchar y ayudan a reflexionar para que tu misma descubras recursos que te servirán para acompañarte mejor en la incertidumbre del vivir.
Incertidumbre que forma parte de la vida de cada una de nosotras desde siempre, pero que ahora con el coronavirus hemos tenido que lidiar, día a día, casi minuto a minuto.
Diré también que el sistema sanitario y las unidades de salud mental deberán hacer un esfuerzo extra como grupos de ayuda mutua, grupos de encuentro, psicoeducación para paliar los efectos de salud biopsicosocial de esta terrible pandemia en todos los colectivos humanos, y enfatizo el gran apoyo que debemos ofrecer a la población infantil, los más vulnerables, los que menos recursos tienen para sostener sus miedos y ansiedades. Las escuelas deberán empezar poniendo el foco en ese acompañamiento emocional y esa escucha atenta para que cada niño pueda expresar y comunicar sus miedos, si tenéis criaturas cerca, empezar a escucharlos desde la Inteligencia emocional, lo sintetizo así:
Podemos aceptar todo lo que sentimos, expresarlo dejar que el pensamiento fluya libre, sentir y pensar no es peligroso, pero si regularemos nuestra conducta, para no hacernos más daño a nosotras mismas y a los que tenemos cerca. A una niña se lo diría más o menos así:
“Entiendo que estés enfadada y lo acepto, pero no aceptaré que me pegues”
Es decir, aceptamos todas las emociones, y regulamos la conducta. Y ahí nos incluimos a nosotras, si pasamos demasiado tiempo en la cama apáticas y con mucho dolor, busquemos ayuda. Podemos estar tristes, pero no es sano mantener y alargar la conducta de encerrarse y sentirse cada vez más pequeña y perdida.
Para terminar, hacer un sentido homenaje a todos aquellos que han perdido la vida en esta pandemia y a toda su familia que no han podido despedirlos, abrazarlos, ni tan siquiera hacer los rituales de duelo que ayudan a tomar conciencia de que se ha marchado para siempre.
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